Todos a por las fake news (o noticias falsas, bulos, mentiras…)

Se crean para difamar, ensalzar, despistar, convencer o hasta para divertir (como esta broma en forma de chat). Se difunden por interés, ignorancia, fanatismo o, a menudo, por simple dejadez. A veces tienen varias vidas. Y pueden remover emociones, carteras e incluso votos.

Las noticias falsas (popularizadas como fake news, pero, a menudo, simples bulos o mentiras) son tan antiguas como las verdaderas. Pero en un contexto como el actual, de saturación, fragmentación y transformación de los procesos para producir y distribuir contenidos, parece que han adquirido una nueva dimensión.

Algunos proyectos periodísticos, y entre ellos varios españoles, han hecho frente a esta tendencia. En el fondo, una de las funciones esenciales del periodismo siempre ha sido combatir las mentiras. La novedad es que ahora han surgido iniciativas específicas para abordar esta tendencia que ha servido para que medios como los franceses colaboren con Google y Facebook y ha puesto de moda conceptos como el de la postverdad. Repasamos a continuación algunas de ellas:

La chistera (El Confidencial)

Es el decano de este tipo de proyectos. Surge a finales de 2015, durante la campaña de las elecciones del 20-D, cuando analizaron directo las afirmaciones de los principales candidatos a durante los debates. En la última sesión de control al Gobierno desarrollaron un enorme trabajo. Se nutre de otra tendencia algo anterior, la del fact checking, pero en el fondo es lo mismo: “Verificar la veracidad de las afirmaciones de los personajes públicos”. Y lo hacen de manera sencilla y visual: calificando los datos como verdaderos, imprecisos, falsos o insostenibles (o “unicornios”).

Maldito bulo (Maldita Hemeroteca)

Basado en Twitter y Facebook, este proyecto ha maldecido ya decenas de contenidos falsos desde que se creó en noviembre de 2016. Y casi siempre con ese rotundo “NO” antes de desmentir generalmente imágenes y vídeos. Incluso ha conseguido un espacio en El Objetivo de La Sexta, como su iniciativa matriz, Maldita hemeroteca.

El cazabulos (eldiario.es)

Aliado con Maldito bulo, este proyecto de eldiario.es se apoya en Twitter y en la participación de los usuarios para cazar noticias falsas. De momento, una de sus principales presas han sido ellos mismos:

El tragabulos (Verne, El País)

La mecánica es similar, pero en este caso enfocado a los bulos de Whatsapp y con Facebook, Telegram y la web de Verne como plataformas de difusión. Sus primeras verificaciones se remontan a octubre de 2014. En las últimas semanas, El tragabulos ha arrojado algo de luz sobre las cadenas de información falsa con un toque de humor y bastantes emojis:

Hechos (El País)

Con una actividad menor, pero sin duda con mayor profundidad en el análisis, este proyecto investiga algunas de las falsedades más relevantes. A menudo, con Trump como protagonista:

Guerra a la mentira (RTVE Lab)

En lugar de un contenido seriado, el Laboratorio de RTVE puso su sello en esta cruenta batalla mediante un webdoc (paralelo a un documental de En Portada) en el que explotan lenguajes como el del chat:

Y un decálogo (PDLI)

A estos proyectos hay que sumar el decálogo que la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información (PDLI) ha lanzado tras el acto “Noticias falsas: disfrazar la mentira de realidad”, organizado para debatir y analizar el sobre esta tendencia. La responsabilidad se reparte (aunque desigualmente) entre cinco:

a) Los medios:

  • Deben informar de la fuente, autor, fecha y procedencia de los contenidos que difunden.

  • Sus códigos deontológicos deben incluir sanciones que penalicen estas malas prácticas.

  • Han de promover el periodismo de “código abierto”, que explique el modo de obtener y tratar la información.

  • Deben aplicar técnicas de verificación de contenidos.

b) Las plataformas de distribución: deben penalizar a quienes difunden los bulos y no difundirlos en cuanto se detecten.

c) El resto de empresas: han de huir de estas prácticas en su estrategia comunicativa.

d) Los políticos:

  • Tienen que consolidar una definición consensuada sobre qué es o no un bulo para proteger otras formas de expresión como la sátira o la crítica.

  • Al igual que las empresas o instituciones, deben evitar estas artimañas.

e) La sociedad en su conjunto: se debe educar mediante campañas de alfabetización mediática y dotar de herramientas a los usuarios para verificar contenidos. Porque todos los actores relacionados con los contenidos deben actuar contra la propagación de las noticias falsas, aunque el primer responsable sea quien las fabrica.

Desde luego, las iniciativas españolas son solo una parte de un movimiento que se extiende por toda Europa y, sobre todo, en Estados Unidos. Pero está claro que aquí ha despertado un notable interés. Las búsquedas de algunos de estos términos sirven para ilustrarlo:

NOTA: ¿Has pensado que este gráfico podría ser falso? ¿Cómo puedes comprobarlo? En la parte de abajo del gráfico está la fuente (Google Trends). Y también puedes descargar los datos para comprobarlo. Sólo falta un apunte sobre la metodología: los datos son porcentajes de búsquedas de esos términos donde el 100% simplemente corresponde al mayor número de consultas. Los datos se han descargado de manera independiente para evitar comparaciones y centrar el foco en la evolución de su interés.

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