La apuesta por el “periodismo lento” (Slow Journalism)

El actual flujo continuo de noticias del ecosistema digital ha traído consigo una oferta informativa hiperabundante. El solapamiento de viejos y nuevos medios que publican y actualizan sus noticias cada vez con mayor frecuencia ha contribuido a ello. Este escenario resuelve unas determinadas necesidades informativas del público, pero crea otras nuevas. Ante la saturación y el estilo fragmentado de consumo actual, ofrecer un orden coherente y profundidad al lector, puede suponer un valor añadido.

En este contexto surge el llamado “periodismo slow”, una corriente que apuesta por huir de la presión de informar en tiempo real para dotar a los mensajes de mayor análisis y profundidad. Otros valores asociados a esta filosofía mediática son la revaloración de la calidad y la creatividad periodística frente a la cantidad y la estandarización de las noticias. Se constata que vivimos en un entorno digital acelerado donde las prácticas profesionales priman la inmediatez, la brevedad y la fragmentación de un torrente continuo de informaciones, que se transmiten entre los usuarios de forma anárquica y cuya relevancia resulta cada vez más difícil de determinar. Surge así la necesidad de reducir el ritmo de publicación que propugna el “periodismo slow” para dedicar el tiempo necesario a las noticias complejas que requieren contexto y explicación. Una tendencia a la que la Fundación Nieman para la Excelencia del Periodismo (Universidad de Harvard) le dedicó un monográfico recientemente.

Algunas investigaciones han abordado el crecimiento del periodismo Slow; entre ellas, destaca un estudio reciente de Gloria Rosique y Alejandro Barranquero sobre experiencias de Slow Journalism en Iberoamérica. Entre las “publicaciones lentas”, se encuentran casos como Jot Down, La Marea y Yorokobu. Otro ejemplo destacado es el de la revista norteamericana Delayed Gratification, que defiende un periodismo sin prisa. Su forma de llevarlo a la práctica consiste en esperar tres meses para analizar y escribir sobre lo que entonces se consideraba noticia.

Como afirman Gloria Rosique y Alejandro Barranquero en su artículo, los partidarios del periodismo lento:

  • Desafían el ciclo continuo de 24 horas/7 días y rescatan temporalidades más pausadas como la semana, el mes o el trimestre;
  • No tienen en cuenta la extensión de la información periodística, sino que, en la búsqueda de la calidad y el rigor, reivindican el periodismo de largo formato y géneros como el reportaje en profundidad, el ensayo, la crónica o la entrevista;
  • Censuran la lógica de la novedad, lo inmediato o lo desacostumbrado como principales valores-noticia y, en su lugar, atienden a las necesidades de los ciudadanos como criterio último para definir lo noticioso

En suma, el slow journalism puede considerarse una revolución en los momentos actuales, donde el mapa de realidades vuelve a incidir en la velocidad, en la preocupación por ser los primeros en editar la noticia sin nada más y, lo que es más peligroso, en la ausencia, en muchas ocasiones, de toda la verdad informativa. Sin embargo, esta corriente periodística no es nueva. Su planteamiento entronca con los proyectos y filosofías de trabajo de periodistas que, desde Azorín a Kapuscinski, han venido reivindicando, en la teoría y en la práctica, un quehacer periodístico que busque la excelencia en la comunicación, desde la fidelidad a unos estándares que ahora preocupan a quienes se incluyen bajo el paraguas del Slow Journalism.

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