El video online permite incrementar el interés por la ciencia en internet

En el artículo “El insoportable peso de la levedad científica”, publicado en la revista Claves de la Razón Práctica (Núm. 249, nov. - dic. 2016), el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular Carlos López Otínse pregunta: “¿Por qué no interesa la ciencia a los españoles?” El interrogante está dentro del siguiente contexto: el experto advierte que errar sobre un determinado escritor de literatura clásica se concibe como algo mucho más grave que desconocer las bases nitrogenadas que puede contener el ADN humano que, sin embargo, es responsable de todas nuestras instrucciones genéticas.

El aspecto que subraya López Otín en su texto no es baladí porque pone el foco en la necesidad de hacer entender a la sociedad la importancia de la ciencia o, como señaló el genio Richard Feynman: “Es necesario inspirar una y otra vez, para recordar el valor de la ciencia, para los niños, para los adultos y para todos los demás”. La cuestión es que los últimos estudios sobre interés por la ciencia muestran resultados contradictorios. Por ejemplo, un informe elaborado en 2014 por la Universidad Rey Juan Carlos señalaba que 17 millones de españoles manifestaban interés y curiosidad por la actividad científica y tecnológica. Sin embargo, el estudio también apuntaba que el número de interesados se reducía a casi un tercio cuando se traducía en ciudadanos que visitaban museos científicos, exposiciones, parques tecnológicos o acudían a eventos relacionados con la investigación y la innovación. Es decir, los datos obtenidos revelaban la falta de correspondencia entre el interés manifestado por la ciencia y el consumo de información científica, que era mucho menor respecto al interés expresado.

Esta contradicción lleva a reflexionar sobre dos aspectos: por una parte, que ante una encuesta en la que se pregunta por interés por la ciencia, como en el caso de atribuir el Quijote a Quevedo, tampoco resulta decoroso contestar que uno se siente “nada interesado”. Y, por otra parte, también es posible corroborar otros datos, esta vez proporcionados por el CIS: las actividades de ver la televisión y navegar por internet están entre aquellas a las que dedican la mayor parte de su tiempo libre los españoles.

De acuerdo con la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, el interés de los españoles por la ciencia ha experimentado una evolución positiva en los últimos años, aunque es cierto que, entre 2012 y 2016 el aumento apenas alcanza el punto porcentual y que en 2014 se percibe una disminución considerable.

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Otro de los datos que apunta el informe de la Fecyt es que las franjas de edad más interesadas por la información científica son aquellas comprendidas entre los 15 y 24 años, tanto en el caso de las mujeres como en los hombres. Teniendo en cuenta la juventud del público más fan de los contenidos científicos, la siguiente cuestión es preguntarse a dónde acuden para consultar esa información sobre ciencia. De esta manera, resulta lógico que la web se haya equiparado ya a la televisión como una de las primeras fuentes de información sobre ciencia, teniendo en cuenta que el público más joven se siente incompleto sin internet y las redes sociales.

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No obstante, la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología comete, a mi entender, algunas imprecisiones cuando, en su pregunta sobre “Fuentes de información científica en internet”, diferencia entre: redes sociales, vídeos online, medios digitales y Wikipedia, entre otros. Porque carece de sentido establecer el vídeo online (en este caso se menciona a YouTube como ejemplo, cuando YouTube se considera una red social) como una fuente, cuando la realidad es que el vídeo online en general y el vídeo online sobre ciencia en particular es transversal a todas las fuentes mencionadas en la encuesta. ¿O es que en un blog no se comparten vídeos de YouTube sobre entrevistas a científicos o charlas del TED?

De hecho, los videos digitales son los elementos más compartidos en las redes sociales, llegan a audiencias de diferentes gustos y facilitan la interacción con los que las visualizan. Tanto en internet en general, como si pensamos en las redes sociales en particular, el vídeo es uno de los contenidos que más interesa a los usuarios y el que más ha crecido en los últimos años. Según la consultora norteamericana Cisco, en 2014 supuso 64% de todo el tráfico en internet. La red ha potenciado el desarrollo de múltiples formas de vídeo online, que van desde una mera trasposición de contenidos creados para la televisión hasta otros diseñados expresamente para internet. En cuanto al vídeo online de contenido científico, se trata de un formato accesible para divulgar información científica al gran público que cada vez logra mayor impacto.

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En España, se hace periodismo científico desde los primeros decenios del siglo XX. Manuel Calvo Hernando, uno de los padres del periodismo científico en España, ya lo proclamaba hace tiempo: “Ni en la divulgación en general, ni el periodismo científico en particular, podemos pasar por alto sus dimensiones artísticas, lúdicas, entretenidas: es decir, debemos presentar el conocimiento al público como un goce para el ser humano”. La cuestión está en que hoy en día, como comentaba ayer con mis alumnos de Periodismo Científico, el reto es todavía más importante. No se trata solo de enfrentarse a la tarea de “traducir” los contenidos complejos que en ocasiones proporciona la ciencia y ofrecerlos asequibles al gran público, sino que también se deben dominar los nuevos entornos protagonistas de la divulgación científica.

En este sentido, tanto el vídeo online, como otros tipos de contenidos multimedia, sin olvidar el podcasting, se convierten en grandes aliados -si se producen adecuadamente- para llegar a las audiencias y hacer entender a la sociedad que la ciencia está en todo y en todos, como explica de una forma tan amena el astrónomo y colaborador de la NASA Phil Plait.

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