31 razones para contar historias en clase
Según un artículo de la revista Harvard Business Review (HBR), ahora es más importante que nunca desarrollar la habilidad de comunicar con eficacia. El estudio del HBR dice que entre el 60 y el 80% del tiempo lo dedicamos a comunicar. El reto es que si dedicas todo este tiempo a comunicar (correos, charlas, clases, reuniones…) transmites ideas, estrategias, conocimientos e información. El estudio de HBR demuestra que apenas el 10% de esos mensajes son efectivos. Piensa esto. Si en torno al 80% de tu trabajo consiste en comunicar y menos del 10% de tus mensajes están siendo eficaces, pierdes mucha energía a diario.
Este es el desafío que afrontamos los profesores en la actualidad.
En la universidad, en las clases, seminarios, cursos de doctorado, etc. no se cuentan historias. La mayoría de los profesores imparten su materia, aportan información y desarrollan el temario. Y, con suerte, alguna vez te cuentan una anécdota o hacen una pequeña broma, pero ya está. En el 95% de la docencia impera un estilo sobrio, serio y bastante plúmbeo.
A los propios docentes se les hace extraño contar alguna historia en clase, cuando en toda su carrera prácticamente nadie les ha transmitido el conocimiento de esa manera. Sin embargo, los profesores de los que tengo mejor recuerdo son aquellos que me contaban historias, anécdotas y experiencias que habían vivido. Así se volvían memorables.
Mi objetivo al contar una historia es captar tu atención y entretenerte para que aprendas. Además, me conocerás un poco más. Conectaremos y, al abrirte algo de mi intimidad a través de la historia que comparto, probablemente generaré mayor confianza.
Contar historias nos hace humanos. Es una habilidad que desarrollamos desde hace miles de años, en nuestro día a día. Para explicar cómo nos fue el fin de semana, algo que nos pasó en el trabajo, para conseguir un empleo o seducir a alguien. Los seres humanos somos contadores de historias, así nos entendemos, jugamos, nos divertimos y aprendemos.
Las historias son la forma que tenemos los sapiens de dar sentido al mundo y darnos sentido a nosotros mismos. Algunas teorías sostienen que formamos parte de los homínidos que sobrevivieron porque éramos los únicos capaces de compartir historias, un arte que después perfeccionaron los babilonios y los egipcios, los griegos y los romanos.
La escritora danesa Isak Dinesen, cuyo nombre real fue Karen Blixen, se hizo famosa por su novela “Memorias de África”. Hay una frase suya que me encanta: “Ser persona es tener una historia que contar”. Es totalmente cierto. Cada uno tenemos no solo una, sino cientos de historias, de vivencias personales que conforman nuestra identidad.
He recopilado hasta 30 razones por las que es muy recomendable contar historias en clase. Y no solo en la docencia, sino en cualquier situación: en una charla con colegas, en los medios de comunicación, con los amigos, con la familia o con la pareja.
- Las historias nos ayudan a captar la atención de los estudiantes, les atrapan como un cebo apetitoso a una trucha hambrienta.
- Los estudiantes recuerdan mejor un concepto o una idea si se lo transmitimos mediante una historia.
- A través de las historias, compartimos lo que nos hace humanos y esto nos ayuda a conectar con nuestra audiencia.
- Son una forma estupenda de disfrutar porque hablamos de cosas que nos importan, nos conciernen y nos atraen como un imán.
- Liberamos endorfinas, dopamina, oxitocina y otras sustancias que nos generan una sensación de placer y bienestar cuando escuchamos historias.
- Nuestros relatos hablan al corazón, conectan con lo emocional y van más allá de lo racional, lo científico y de los argumentos que apelan a la razón.
- Está demostrado que los estudiantes aprenden más cuando sazonamos nuestras clases con todo tipo de historias sobre personas o valores que les puedan resultar inspiradores.
- Las historias abren nuevas puertas para compartir y reflexionar, y fomentan que fluya la comunicación en el aula.
- Nos ayudan a motivar a los estudiantes, a que le den sentido a la materia que van a estudiar y sean conscientes de por qué deben aprender los asuntos que tratamos en clase.
- Las historias desatan todo tipo de emociones (alegría, sorpresa, miedo, tensión, tristeza…) que involucran activamente a quienes nos escuchan.
- Contar historias en clase incrementa la tasa de éxito en los resultados académicos. Esta es mi experiencia personal.
- Utilizar historias contribuye a que mejoremos las encuestas de calidad en la docencia, porque muchos estudiantes valoran positivamente que les contemos historias en el aula.
- Los estudiantes se hallan atiborrados de cifras, conceptos y estadísticas; por eso prefieren las historias, que son formas más atractivas de transmitirles ideas y valores.
- Usar historias con frecuencia refleja nuestra pasión por los asuntos que explicamos y fomenta que nuestras clases se vuelvan mucho más memorables.
- El profesor que cuenta historias se muestra más humano ante los demás, lo que fomenta la empatía con sus estudiantes.
- Las historias son la manera que hemos desarrollado los seres humanos para dar sentido al mundo y darnos sentido a nosotros mismos.
- A la mayoría de la gente le encantan las historias, les entretienen, le recuerdan algún episodio de su vida; les dan qué pensar y les enseñan alguna cosa.
- Has de convencerte de que contar historias te va a convertir en mejor profesor y también en mejor padre o madre, mejor amigo y compañero, y por supuesto, en mejor persona.
- La forma más rápida y eficaz para llegar al cerebro es a través de las emociones y la forma más eficaz para transmitir emociones es a través de las historias.
- Si quitáramos las historias de nuestra vida, nos faltaría algo esencial, tan básico y necesario como el agua que bebemos o el aire que respiramos.
- Las historias nos inspiran. Nos identificamos con determinados personajes, con sus deseos y sus experiencias. Nos sentimos reflejados en ellos y aprendemos lecciones valiosas.
- Ante la proliferación de los contenidos generados mediante la inteligencia artificial, que son homogéneos, sintéticos y aburridos, las historias aportan creatividad y emoción.
- Contemos historias en clase. No se trata de anécdotas ni de chascarrillos, ni de batallitas que uno va relatando para pasar el rato. Las historias no deben ser triviales, sino estratégicas, con una finalidad educativa, de la que se extraiga algún aprendizaje.
- Las historias tienen la capacidad de abrirnos los ojos y conectarnos con los demás de una manera más profunda y auténtica. Nos permiten ser más conscientes de las circunstancias difíciles o inspiradoras que otras personas atraviesan en sus vidas.
- Las historias nos ayudan a interpretar mejor las situaciones que afrontamos y nos enseñan lecciones que podemos aplicar en nuestro día a día.
- Una historia contada con sencillez es capaz de derribar las barreras que a menudo levantan los estudiantes; logra que empaticen y fomenta una comunicación abierta y recíproca en el aula.
- Las historias no solo llegan al cerebro, sino al corazón de quien nos está escuchando. Son capaces de generar una impresión duradera con otras personas porque sintonizamos “de corazón a corazón”.
- Para contar bien una historia necesitamos primero escuchar, hacer las preguntas adecuadas, descubrir algo que no sabíamos, equivocarnos, aprender y compartir.
- Contar una historia es hacer un precioso regalo a los demás, darles algo propio, que consideramos valioso, sin esperar nada a cambio.
- Las historias hacen vulnerable a quien las cuenta, muestran su humanidad, sus emociones, su interioridad. Al contarlas, compartimos con los demás una parte de nosotros mismos.
- Los estudiantes no quieren escuchar tu historia, no desean escucharte a ti porque eres el profesor. Ellos quieren escuchar su propia historia a través de lo que tú les cuentas, es decir, sentirse retratados, ponerse en la piel del protagonista y pensar: ¿qué haría yo en su lugar?