El misterio del MIP

Era miércoles, hacía buena tarde. Agosto y buen tiempo son dos variables que en esta ciudad no siempre coinciden, por desgracia.

La biblioteca de la Facultad estaba casi vacía, despertando de unas largas vacaciones, silenciosa. Subí a la segunda planta en busca de un libro recomendado y acabé topándome con otro titulado “La bendita manía de contar”.

Algunos libros, como algunas personas, parecen destinados a encontrarte. De tapa blanda y color naranja, “La bendita manía de contar” es la transcripción de uno de tantos talleres de escritura que Gabriel García Márquez impartió en Cuba, en una escuela de Cine y Televisión co-fundada por él mismo en los años 80.

Yo a García Márquez lo he leído muy poco, sólo “El amor en los tiempos del cólera” y “Crónica de una muerte anunciada”, y creo que fue precisamente la coincidencia de toparme con él en el mismo año de su marcha la que me llevó a curiosear. En la contraportada, García Márquez había escrito:

“Lo que más me importa en este mundo es el proceso de la creación. ¿Qué clase de misterio es ese que hace que el simple deseo de contar historias se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de hambre, frío o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar y que , al fin y al cabo, si bien se mira, no sirve para nada?”

¿Para qué sirve hacer un máster? El MIP, por ejemplo, sirve para idear, emprender y diseñar: “Crea un proyecto atractivo y viable con expertos en comunicación digital y periodismo”, anuncia su web.

Pero creo que hay algo más. Crear un proyecto es como partir de viaje hacia un país lejano con la esperanza de volver a casa con un puñado de experiencias, ideas y reflexiones llenas de valor.

Personalmente, el perfil de los docentes invitados al MIP me recuerda a esos nuevos makers de los que habla la consultora PSKF, personas creativas y pragmáticas al mismo tiempo, tenaces e interesadas en “la innovación que importa”, con esa capacidad de observar la realidad desde un nueva perspectiva, dispuestos a escribir las reglas de esta nueva partida que nos tocó jugar.

Hace unas semanas, cuando vi a los alumnos de la primera edición compartir su experiencia del MIP frente a una cámara, pensé: ¿En qué acabarán sus proyectos?

No lo sé. Como tampoco sé en qué acabarán los míos. Pero quiero pensar que ése es el bendito misterio que contaba Gabriel García Márquez.

Imagen: Guatemala, Julio 2012.

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