La industria periodística del individuo: cómo funciona el modelo del periodista solitario

Reporteros y escritores mantienen una relación directa y autónoma con sus lectores gracias al boletín de correo y al podcast y se financian con herramientas como Substack y Patreon

Una de las pocas buenas noticias en la economía del periodismo de este 2020 ha sido el crecimiento de la industria periodística del individuo: profesionales que emprenden su camino por libre, lejos del abrigo de los medios, para conectar con sus comunidades y financiarse gracias a suscriptores, mecenas o anunciantes. El incremento de periodistas que viven de su trabajo mediante boletines de correo, podcasts o blogs, debe celebrarse, pero no se trata de un modelo asumible o fácilmente imitable por cualquiera. En este artículo exploro los rasgos de esta pujante y sobreexpuesta industria periodística individual.

Fuente: Axios

El goteo de periodistas salidos de medios de referencia para crear su propio boletín de correo en Substack ha sido constante en Estados Unidos: Andrew Sullivan (New York Magazine), Matt Yglesias (Vox), Polina Marinova (Fortune), Casey Newton (The Verge), Emily Atkin (New Republic), Matt Taibbi (Rolling Stone) o Glenn Greenwald (The Intercept). Son reporteros o columnistas de renombre que han decidido emanciparse en busca de espacios de menor presión ideológica, de mayores ganancias o de una relación más directa y autónoma con sus lectores. En algunos casos se trata de un viaje de vuelta: blogueros pioneros que con su fama digital lograron tribunas o puestos de editores en las grandes redacciones, las abandonan ahora para retomar su iniciativa personal.

El éxodo mediático de estas figuras se suma a la existencia de periodistas y creadores individuales (programadores, ingenieros, autodidactas) que hace años conquistaron su territorio mediante boletines, podcasts o canales de Youtube: Ben Thompson (Stratechery), John Gruber (Daring Fireball), Marquees Brownlee (MKBHD), Helen Zaltzman (The Allusionist), Rose Eveleth (Flash Forward) o Matt Kisser (WTFJHT), por citar unos pocos conocidos. Siempre han existido creadores independientes (artistas, escritores, músicos, pintores y periodistas), la diferencia es que ahora las tecnologías de producción, distribución y monetización son más asequibles que nunca y las barreras de entrada a este atractivo circuito creativo, inexistentes. Emplean boletines de correo, podcasts o canales de YouTube y se relacionan con sus usuarios en redes sociales.

En España, no se han dado todavía casos de periodistas de relumbrón que se marchan de un medio para montar su propio boletín de pago en Substack. Sin embargo, los hay que han logrado estatus de independencia económica gracias al apoyo de su comunidad, como Matthew Bennet, Pepe Rodríguez (Pepe Diario), Rocío Vidal (La gata de Schrödinger), Santiago Camacho (Días extraños), Jaime Novoa (Dealflow), Charo Marcos (Kloshletter), Cristina Mitre o Javier Aznar (Hotel Jorge Juan), entre otros. Son profesionales con modelos de negocio individuales, que crean valor de forma autónoma, y asumen el control de la comercialización de su proyecto, a través de lectores o marcas.

Fuente: Axios

La industria periodística del individuo se compone de creadores capaces de sostener su actividad, mediante la elaboración de un producto periodístico por el que alguien está dispuesto a pagar (usuarios o marcas), sin la mediación de una editorial o una organización ajena. Unos abordan temáticas especializadas, otros cubren la actualidad; unos aportan más opinión, otros noticias de investigación propia; unos se cuelan en los momentos de entretenimiento de su comunidad, otros aportan divulgación y aquellos utilidad profesional. ¿Cómo lo hacen? Cada uno tiene su nicho temático, su comunidad cautiva y su canal de distribución preferido, pero comparten una serie de rasgos en el modo de trabajar: consistencia y regularidad, años de vuelo, experiencia y conocimiento profundo de la materia, una mirada única o distintiva y habilidad creativa.

1. Consistencia: disciplina y regularidad

Para lograr esa ansiada autonomía económica, estos periodistas individuales demuestran una disciplina de trabajo rigurosa. Matthew Bennet ha contado la pandemia a la vista de todos, ha mantenido actualizado su cuenta de Twitter y ha escrito (inglés y castellano) de manera regular, a diario, durante todo el año. Hizo lo propio con otros grandes eventos de la actualidad nacional. Jaime Novoa cubrió el ecosistema español de startups como periodista y analista de datos durante años, y ahora mantiene un boletín de correo semanal en inglés. Pepe Rodríguez produce un podcast diario de actualidad deportiva, cerca de dos horas y cuarto de análisis y opinión con lo que sucede en el mundo del deporte. Es tal la exigencia de producción cotidiana de un medio individual que existe el riesgo de quemarse, como han reconocido youtubers famosos. En un proyecto colectivo quizá se puede faltar a la cita un día, dos, tres; o puede pasar desapercibida la contribución. Pero en una iniciativa individual, la exposición es muy intensa, y si se descuida la producción, pierde fuelle la máquina y se descuelga la comunidad.

2. Kilometraje: años de trabajo a la espalda

No se trata solo de producir de manera cotidiana y regular, para alcanzar ese renombre, para labrarse una identidad reconocida, el periodista individual ha recorrido muchos kilómetros, solo o en compañía de otros. En la industria periodística del individuo, tan importante es descubrir las noticias como ser descubierto por la comunidad. Matt Taibi, Andrew Sullivan o Gleen Greenwald son periodistas de fama internacional, con años de experiencia a sus espaldas. Emily Atkin, creadora de un boletín sobre cambio climático, tiene más de 2.000 suscriptores de pago y cerca de 25.000 registrados. “Ocho años y muchos fracasos después, Substack me proporcionó una plataforma para tener éxito. Gano más dinero ahora que en cualquier trabajo de periodismo asalariado”, confiesa.

3. Profundidad: conocimiento de la materia

No todos los periodistas individuales son reporteros. Algunos hacen ensayo, unos comentario de actualidad, otros curación de enlaces que merece la pena leer. Pero todos tienen en común el dominio de la materia que abordan. Un periodista individual con modelo sostenible no puede pretender que una comunidad especializada o fanática de una cuestión esté dispuesta a pagarle si no está a la altura de ese grupo, como mínimo. Ben Thompson fue consultor antes que bloguero, John Gruber programó el lenguaje Markdown, Marquees Brownlee reseña tecnología desde los 16 años, cuando empezó a subir vídeos a YouTube. Escribir de algo con propiedad obliga a documentarse con disciplina espartana, no basta un simple escaneo de las redes sociales. Para vivir de los lectores se necesita tiempo, reputación y algo que decir: una especialidad, una habilidad, una forma de escribir o una capacidad de leer y sintetizar destacada.

4. Mirada única y voz inimitable

Estos periodistas individuales son distinguibles, tienen una forma de ver la materia especializada que tratan y una manera de contarla que marcan la diferencia. Los vídeos de Marquees Brownlee son reconocidos por su absoluta perfección estética y sonora, algo que se destila también en su forma de hablar o vestir, y de iluminar su estudio. Los vídeos de Rocío Vidal podrán ser más o menos precisos en términos científicos, pero es indudable que su exposición personal genera una complicidad con su comunidad que no puede imitarse. Ocurre así que para alcanzar esa capacidad, un periodista individual debe poner sobre el tapete una valentía creativa, bien por exponer su personalidad (voz propia) o bien por cultivar una creatividad y talento al alcance de pocos. Los boletines de correo encajan bien porque ofrecen una lectura del mundo que escapa de la saturación informativa. Comparten una visión de autor, es decir, donde sus personalidades tienen también un papel preponderante.

5. Habilidad creativa y autonomía

Pero todo eso no basta si no se sabe operar con autonomía. Para hacer que los lectores paguen, las herramientas no sirven de nada, si no se tiene algo valioso que contar y una audiencia dispuesta. Pero se debe tener capacidad de asumir diversos roles, integrar tecnologías que permitan monetizar la actividad. Patreon o Substack lo ponen fácil, pero también se puede conseguir con otros mecanismos en plataformas como WordPress, o mediante sitios webs programados con otros lenguajes. Además de la constancia, la hiperproductividad y la voz propia, los periodistas individuales no se amedrentan ante otras tareas tecnológicas o comerciales: investigan, trastean y se curten en cualquier disciplina que permita sostener el proyecto de forma autónoma. Matthew Bennet ha programado su propio CMS mediante “Ruby on Rails” con el fin de automatizar y agilizar algunas tareas. Ben Thompson ha configurado su propio WordPress, ha instalado un plugin de Memberful y así logra monetizar su boletín de correo diario. Matt Kisser es periodista y desarrolló un algoritmo que filtra las noticias más relevantes de Twitter para alimentar su proyecto de actualidad sobre la Casa Blanca.

Fuente: Axios

El negocio del periodismo fue hasta la llegada de internet el negocio de los medios. Los medios ganaban mucho dinero jugando en dos mesas (la informativa y la publicitaria) y les iba de lujo. Ese negocio se despeñó con la llegada de internet: la red rompió los monopolios geográficos, incrementó la oferta y desintegró el paquete mediático que permitía financiar las redacciones. El periodismo se quedó a la intemperie. La industria periodística del individuo existe por eso, porque hay tareas pendientes que los medios dejaron de atender. ¿Es fácil sostener un proyecto periodístico individual? No. Pocos son los casos detectados, y los solemos sobreexponer. Pero, sin duda, estamos ante el momento más fácil de la historia para lograrlo, si se reúne esa combinación de características, y un poco de suerte.

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