Confluencia e innovación: respuestas comunes a los grandes retos del periodismo y la investigación

El periodista y quien lo investiga están más cerca que nunca. O eso me gustaría. Ya no hay torres de marfil ni tampoco máquinas de escribir que muevan fronteras. O muy pocas. No digo que tenga que desaparecer la reflexión teórica ni la inspiración romántica. Pero al menos en el periodismo, en un momento crucial desde todos los puntos de vista, cada vez parece más necesaria la rotura de barreras entre la academia y la profesión

Foto: Kathy Willens / AP (The Atlantic)

Ambas partes tienen mucho que ganar, hay ya un buen camino recorrido y, sobre todo, se atisba un horizonte infinito. Además de extraer ideas de las principales investigaciones científicas o de aprovechar las lecciones que nos dejan los medios más punteros, existen grandes oportunidades y también exigencias para una mayor confluencia e innovación.

El periodismo es de ciencias

Convencer al estudiante de Periodismo de esta idea es uno de los grandes objetivos de cada semestre en mis clases. Matizaciones aparte (hablamos de ciencias sociales, de periodismo del bueno…), la tarea no resulta sencilla. Ya desarrollamos un poco esta tesis en este estudio de caso y seguimos trabajando en ello, pero vamos con más ejemplos y argumentos. Aunque creo que será difícil expresarlo mejor que Daniele Grasso, coordinador de la Unidad de datos de El País:

El periodismo de datos, en efecto, ha impulsado el mayor salto en esta aproximación, especialmente en forma de grandes proyectos. Y la Fundación Civio es seguramente el paradigma más evidente en España. Los extensos y detallados apartados metodológicos de trabajos como Quién cobra la obra o Medicamentalia incluyen más información sobre las técnicas de investigación, los conceptos manejados y el proceso de elaboración que cualquier sesudo paper. Pero incluso fueron más allá con Verba, una web que permite explorar todos los contenidos de los Telediarios de TVE entre 2014 y 2020. Lo hicieron para nutrir a su comunidad de una potente herramienta y para experimentar con el Procesamiento del Lenguaje Natural (PLN). Pero además les salió algo que hubiese firmado un buen puñado de proyectos nacionales financiados de ciencia e investigación.

Pero Civio no es un caso aislado. La metodología se ha convertido en un eje imprescindible, actualizado además de manera periódica, en iniciativas de verificación como Newtral o Maldita. Y desde luego, en un apartado necesario en casi todos los reportajes de datos de medios con tanta trayectoria como El País o El Confidencial. La publicación en este último medio de un reportaje basado en datos del Catastro con una referencia a un plugin del software Qgis para automatizar su extracción, por ejemplo, con la ayuda de un estudiante autodidacta, sirvió para elaborar unos contenidos específicos en este máster y, en breve, en el Local data lab.

Poner al descubierto los entresijos de una investigación, para que pueda ser criticada y replicada, es uno de los principios de la investigación académica. Es cierto que ya se hacía de algún modo al citar e identificar las fuentes, al describir escenas o al mostrar tablas y gráficos complejos. Pero las posibilidades se multiplican gracias a la tecnología, tan sencilla como un enlace a una hoja de cálculo o más compleja como los repositorios de GitHub (especialmente si se actualizan, por ejemplo, como los de Propublica).

Y es que la posibilidad ha derivado en exigencia. Compartir las bases, los límites y la profundidad de los resultados de un trabajo periodístico es una práctica cada vez más demandada y premiada (con credibilidad, con satisfacción y quizás hasta con alguna suscripción). Tratar al lector como alguien inteligente, si se han hecho las cosas bien, debería funcionar. 

Pero incluso se podría ir más allá. Reflejar la documentación previa, definir los conceptos esenciales, listar los entrevistados, rendir cuentas sobre los criterios de elección de las fuentes, reconocer las deficiencias en el trabajo de campo, atisbar futuras líneas de actuación y desplegar todos los datos empleados son, por ejemplo, prácticas a implementar. Marco teórico, metodología, discusión, conclusiones y anexos, traduciría un académico clásico. 

El periodismo, aunque en contadas ocasiones, principalmente por escasez de recursos, también ha explotado algunas de las metodologías propias de las Ciencias Sociales más allá de la entrevista, la observación o la documentación. Juan Pablo Meneses demostró, con su “periodismo cash”, que se podía experimentar solo con buenas ideas (y una pequeña inversión). Con ideas similares, pero también con un importante despliegue tecnológico (muy transparente), un equipo de periodistas liderado por Spiegel consiguió demostrar la xenofobia de muchos propietarios de viviendas alemanes.

Mención aparte merecen también los paneles de expertos. Hace poco, El Confidencial publicó uno en el que reflejaba la opinión de 172 profesionales del ámbito de la salud sobre la toma de decisiones, las medidas económicas o la comunicación ante la pandemia en lo que bautizaron como “Auditoría Covid-19”. Aún más lejos había ido antes The New York Times, con una encuesta más avanzada en la que una serie de expertos tenían que repartir una inversión de 100 mil millones de euros para luchar contra la crisis de opioides en Estados Unidos.

La ciencia es comunicación

El académico tiene tanto o más que aprender del periodista, tanto en las aulas como en los despachos y los laboratorios. El trasvase de la práctica periodística a la docencia parece ya consolidado. La presencia de profesionales en las universidades, en forma de profesores asociados, charlas o seminarios, es algo ya intrínseco a esta formación. Hay niveles superiores en programas con más flexibilidad, como el de un máster, en los que se pueden buscar nuevas vías de colaboración con profesionales.

Incluso en la formación es posible ir más allá. Los docentes podemos ejercer de algún modo el periodismo, sobre todo guiando la labor práctica del estudiante. Con los mejores ejemplos como punto de partida, el estudiante puede aprender más y mejor si siente que lo que hace se acerca a la realidad profesional y recoge frutos.

Pero más camino por recorrer hay en la investigación. La divulgación en las Ciencias de la Información o la comunicación no es tan madura como se podría presuponer. Sobre todo, porque de nuevo las posibilidades han avanzado mucho más que la realidad. Y pronto se podría (y debería) convertir en una exigencia.

Hace falta experimentar con nuevos métodos, por ejemplo que aprovechen la tecnología para automatizar la obtención de información, profundizar en el análisis y desplegar la visualización de datos. Los avances técnicos permiten ser mucho más transparentes, ágiles, innovadores y productivos. Algo así se intentó testar con este directorio de periodistas de datos (que demanda una urgente y profunda actualización). 

Nos queda mucho que aprender de la industria periodística de vanguardia, por ejemplo, en el trabajo multidisciplinar con diseñadores, ingenieros y científicos de otras disciplinas. Los académicos podemos aprender de la agilidad, la adaptabilidad, la creatividad, la flexibilidad, la frescura, los avances técnicos e intelectuales que se reflejan en el mejor periodismo; de la innovación que algunos tratamos de investigar.

También hay mucho recorrido en los enfoques. En un momento crucial para la supervivencia de los medios y la buena salud del periodismo frente a la desinformación, la aplicación práctica de la investigación es más apremiante que nunca. Hay espacio para la teoría, por supuesto, sobre todo si contribuye a clarificar ideas y definir objetivos, pero siempre con ese horizonte. La ciencia sobre periodismo sólo tiene sentido, en mi opinión, si de verdad resulta útil. Si queremos que los periodistas nos lean y nos tengan en cuenta, tenemos que avanzar y desprendernos de muchos lastres.

Y lo cierto es que ya hay muchos avances, muchos no precisamente recientes. Hay autores, por ejemplo, que apuestan directamente por una corriente a la que se denomina “action research”. Stephanie Grubenmann destaca la colaboración entre académicos y profesionales para obtener resultados que aporten soluciones y valor a la ciencia y la profesión. En esta línea, Andrea Wagemans y Tamara Witschge la aplicaron al estudio de la innovación en los medios a través de un proyecto europeo en el que se desarrolló una herramienta tecnológica. 

Sin duda, existen múltiples mecanismos de retroalimentación entre estos dos campos. Creo que es bueno que sigan existiendo por separado y que presenten diferencias, pero también que se conozcan más y trabajen en equipo para aprovechar recursos, técnicas, enfoques y talentos que permitan responder al gran reto del futuro de la profesión.

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